Yéssica Sánchez Comanti es una suerte de tesoro de la selva central que el director de orquesta y musicólogo peruano Abraham Padilla nos ha traído a Lima. La joven de 18 años —aunque aparenta 14 años— es dueña de una voz privilegiada que Padilla descubrió en uno de los múltiples viajes que en el 2009 realizó por diversos poblados de la provincia de Satipo (Junín), con el objeto de grabar música asháninka para una película.
“Un día llegué al colegio Aldea del Niño Beato Junípero Serra, en medio de la selva de Mazamari, y la conocí. La grabé entonando canciones asháninkas. En el proceso de investigar me di cuenta que el canto asháninka no puede ser encasillado en los parámetros de la música clásica, porque no tiene los mismos tiempos. Un canto asháninka es único porque vive el momento, por eso una canción nunca va a ser interpretada igual y, sin embargo, funciona cuando se la incorpora a la música clásica”, refiere el maestro Padilla, quien ha compuesto varias obras inspiradas en sus investigaciones musicológicas por pueblos asháninkas.
Desde el primer encuentro, Yéssica y Padilla iniciaron una estrecha colaboración que incluye la participación de la joven en conciertos de música clásica, en los que ella aporta su canto en su dialecto original. “Tiene una muy buena afinación y una gran capacidad musical, que es producto de su cultura, pero también de un talento innato. *Ella compone sus propias canciones y las traduce*”, comenta Padilla.
HERENCIA GUERRERA
Pese a su frágil apariencia, Yéssica no se amilana fácilmente ahora que está descubriendo Lima. Ya se acostumbró al bullicio y al caos de la capital que en un inicio le producían dolores de cabeza. Es fuerte. No en vano procede de un pueblo guerrero.
“El pueblo asháninka es uno de los que más sufrió la violencia terrorista entre la década de
Además de haberse integrado a los ensayos de